Así decía una de mis abuelas cuando era pequeño cada vez que aparecía un número y se repetía (por esas raras cuestiones) y ella decidía jugarlo a la quiniela. Claro que era yo quién cruzaba la calle y apostaba al número en cuestión a "la cabeza" y a "los diez", costumbre bien nuestra, bien del interior de donde soy oriundo.
737 es el número y se los digo ahora y callo para siempre porque es el nombre de un nuevo espacio en la ciudad de las diagonales que reúne gastronomía, dancing y mucho más para el que fui convocado para la ambientación.